Ha llegado a mis manos un documento sumamente interesante titulado Recomendaciones sobre el estilo de vida, elaborado por un grupo de expertos del PAPPS, el Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud.
En dicho documento se habla de que la literatura científica evidencia la estrecha relación que existe entre los estilos de vida saludables y la disminución de la mortalidad y la morbilidad de diferentes enfermedades crónicas.
Se comenta también que las intervenciones conductuales son las más recomendables para promover los cambios de hábitos. Los planes de acción deben establecerse en colaboración con el paciente para conseguir la máxima implicación. Se debe organizar un seguimiento adecuado. La entrevista motivacional es muy útil para la mejora de los resultados en los cambios prescritos. Se aconseja seguir el modelo de las 5Aes para las intervenciones de asesoramiento (ver documento).
Se habla de hábitos insanos como el tabaquismo y el abuso de bebidas alcohólicas, la actividad física insuficiente y la alimentación inadecuada. Quisiera comentar algún aspecto de los dos últimos puntos: los hábitos de la actividad física y de la alimentación.
Actividad física
El documento habla de que nuestra supervivencia como especie ha dependido y depende (aunque cada vez menos) de la condición física, al permitir relacionarnos de forma adecuada con el medio. El sedentarismo de los países desarrollados es consecuencia de la incorporación de la tecnología en un sinfín de procesos cotidianos.
La actividad física es una necesidad. No solo propicia beneficios para la salud. El no practicarla de forma regular facilita la aparición de enfermedades.
Desgraciadamente, el esfuerzo no siempre se traduce en éxito: el consejo médico que propicia un cambio de hábitos hacia la práctica regular de ejercicio, tras 3-6 meses, es seguido por menos del 50% de las personas que iniciaron el cambio. Habría que introducir buenos mecanismos de refuerzo conductual. El trabajo transversal con otros profesionales, en el propio centro de salud, en el espacio público, en centros deportivos, escuelas, centros sociales, empresas, etc,… es fundamental para que la población con problemas de salud ya diagnosticados incorpore la actividad física (o el ejercicio físico) como un aspecto más a cuidar en sus vidas. Hay que hacer al individuo responsable de su propia salud y consciente del gran beneficio que supondrá tener un estilo de vida activo. Para ello hay que proporcionar herramientas eficaces. Y llegado el momento que el individuo tenga las suficientes habilidades desarrolladas para ser autónomo, “desmedicalizar” el ejercicio pero manteniendo ciertos puntos de control. Un registro de actividad física (vía app, o en la propia historia del paciente), un contador de pasos, establecer una comunicación fluida desde la asociación, centro deportivo, etc…, pueden ser prácticas útiles, con un coste extremadamente reducido.
Alimentación
Un reciente informe de la USPSTF, dice que no hay evidencia suficiente para que se haga desde la asistencia primaria un asesoramiento sistemático que promueva la alimentación saludable en personas asintomáticas. La prevención en población sana, posiblemente, tiene que seguir otros canales y reservar esos recursos para otros menesteres. Dar unas consignas dietéticas generales (promover la Dieta Mediterránea) si se considera efectivo hacerlo desde la asistencia primaria.
Eso sí, desde la asistencia primaria, se recomienda en asesoramiento dietético intensivo en personas con dislipemia u otros factores de riesgo cardiovascular, o enfermedades crónicas relacionadas con la dieta.
También, lo mismo que con la actividad física, hay un problema con la perdurabilidad en el tiempo de estos cambios. Posiblemente hay que incorporar nuevos recursos o métodos que faciliten el “enganche” a los nuevos hábitos adquiridos.
Se habla de enfocar el cambio de hábitos a toda la familia, no sólo al individuo, pues eso ayuda a la logística doméstica y facilita que los hábitos saludables se establezcan entre todos los individuos que componen el núcleo familiar. Se trata de una intervención múltiple con un coste individual.
Llegados a este punto, me gustaría promover la figura del dietista-nutricionista en los centros de asistencia primaria. Somos un colectivo profesional sanitario, suficientemente preparado, que puede ayudar a los médicos y enfermeras/os en sus múltiples tareas preventivas y asistenciales, haciendo mucho más efectivos los recursos de que se dispone y dando un mejor servicio sanitario. En este documento se habla en profundidad del tema: http://www.grep-aedn.es/documentos/atencion_primaria_2005.pdf Creo fírmemente que cuando el dietista-nutricionista se incorpore en los equipos de atención primaria, habrá un cambio sustancial en este tema.
He leido las recomendaciones sobre el estilo de vida, y todo lo que esta escrito es correcto. Pero el sistema sanitario es un ente grande y por lo tanto lento para adaptarse, y celoso de su poder. De todas formas son las personas las que de una u otra manera provocan los cambios, con su hacer diario, pues temenos mas capacidad de adaptación, ante las necesidades de la vida.
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