Cocina Valiente, en El Cabanyal de Valencia

Los dietistas-nutricionistas damos consejo a la población sobre el qué y el cómo comer, en función de sus necesidades. A veces, no hay de qué comer. En ese caso difícilmente se puede plantear cómo hacerlo. La Declaración de los Derechos Humanos, en su artículo 25, dice que toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación. Esa es la teoría. Los derechos humanos deben incorporarse en las leyes de todos los países, y generalmente así se hace. Pero hay muchas situaciones en las que no se cumplen. ¿Por qué sucede eso? Una difícil cuestión para responder.

Hace pocos días leí un artículo en El País, escrito por la periodista Mª Josep Serra, que me encantó: Gitanas en la cocina, donde se explica una situación y un proyecto singular del que quisiera hablar. Para hacerlo con conocimento de causa, he contactado con Rosi Moreno, la «hacedora» de Cocina Valiente.


En la ciudad de Valencia, en El Clot, (una zona del barrio de El Cabanyal), vive un grupo de unas 150 familias, que ocupan unas viviendas que quizás no sean las más apropiadas para tener una cómoda existencia. Son mayoritariamente familias gitanas, con una forma de vida y unas costumbres muy arraigadas a la tradición. Entre los gitanos, el clan familiar tiene una fuerza tremenda como eje social vertebrador. Este hecho a veces ayuda, a veces ata y ahoga. Las mujeres gitanas son las que sustentan el grupo humano cuando vienen mal dadas. Tienen un instinto de supervivencia muy potente.

El Cabanyal es un barrio que hasta hace poco estaba amenazado por un ambicioso proyecto urbanístico (ahora suspendido) en el que las viviendas desalojadas han sido ocupadas por gente con pocos recursos. Se entiende que si no tienen para pagar una vivienda tampoco tienen para comer. Esta situación no sucede únicamente en este barrio. Existen muchos puntos de pobreza en las ciudades de nuestro país.

Rosi Moreno se lanzó a la aventura fotográfica. Se planteó realizar un trabajo en el barrio que tanto conoce, donde ha vivido y trabajado en los últimos años. El Cabanyal es un barrio cosmopolita, rico en gentes de procedencia diversa, aunque no es tan glamuroso como el Manhattan neoyorquino o como el Soho londinense. El Cabanyal es El Cabanyal.

Rosi dice que tiene tendencia a hacerlo todo más complicado. Yo a eso le llamaría implicación y conciencia social. El proyecto inicial era un trabajo fotográfico y se ha acabado transformado en un proyecto social. A medida que iba confeccionando el libro de fotografía vio que al trabajo se le añadía el carácter de reivindicación, de evidencia y denuncia de una vida muy difícil, la de los gitanos en El cabanyal. Pues olé con las personas que lo hacen todo más complicado.

Por cierto, ¿qué sería de los gitanos sin la música? La mejor forma de ilustrar este artículo es con esta canción de Raimundo Amador. Gitano él. https://youtu.be/61QMuI7FyDw

Rosi me explica:

“Cuando acabé con mis estudios de fotografía y con mi trabajo fotográfico, me dio tiempo a pensar de qué manera podía sacar mayor provecho al trabajo que había hecho. Fui al colegio y me presente con mi cámara. Vino una asistenta social. Pedimos que cada una de las mujeres escribiera en un papelito una petición. Había deseos muy generales, tipo -quiero que desaparezca la pobreza del mundo- y peticiones muy concretas -quiero aprender a cocinar-… Yo no lo entendía, puesto que la cultura gitana tiene tradición de buena cocina… Pregunté a las mujeres que habían escrito aquella petición y me contestaron: -¡es que no tenemos con qué cocinar! ¿cómo puedo hacer un arroz con habichuelas si no tengo habichuelas-?«.

«A partir de ese hecho se me ocurrió hacer un curso de cocina para personas con muy pocos recursos. Yo no había impartido nunca ninguno, pero le eché narices. Junto a una de las trabajadoras del comedor de la escuela, que previamente sÍ había impartido un curso, montamos un tándem, lo organizamos».

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Un puchero de habichuelas y una barra de pan…

“Eso me dio pie a generar confianza en las asistentes y poder entrar después en sus casas a hacer las fotos. La experiencia fue muy intensa: algunas familias me acogieron muy bien en sus hogares, otras no. La mayoría no tenían sus viviendas en las mejores condiciones. Pero el objetivo de que su imagen sirva para mostrar una realidad desconocida y ser un ejemplo para otras familias les convenció rápidamente”.

“Me dirigí al Colegio Santiago Apostol y les dije que deseaba que los beneficios del libro fueran a este colectivo. Jordi Bosch, el director, lo vio claro: lo mejor era ofrecerles formación. A mi no se me había ocurrido, pero en seguida vi que era una oportunidad para mejorar la situación de estas personas”.

Son 14 las familias que participan en dar contenido al libro. Pero el total de familias que habitan en las viviendas de El Clot, en El Cabanyal, son 150. Conformadas por 5 ó 6 personas como mínimo, hasta 25 o más. El censo puede ser muy variable a lo largo del año.

Rosi dice que durante toda su vida se ha mezclado con todo tipo de personas, que nunca ha tenido ningún problema para aceptar o para ser aceptada. Se comunica bien con los gitanos, pues conoce bien sus normas sociales. Pero su proyecto no está siendo fácil.

“Mi suerte es vivir en El Cabanyal desde hace 15 años y haber tenido un bar, por lo que conozco y me conocen perfectamente”.

¿Cómo cocina una familia que no tiene ni butano para hacer puchero? Rosi me ha explicado que ha visto como se iban turnando el uso de una bombona de butano entre cuatro familias. La solidaridad funciona, y la improvisación en el aprovechamiento de recursos es muy habitual. Lo que hay, se reparte. Si estas personas consiguen dinero o les ofrecen comida y pueden llenar la cazuela, tendrán a todos los primos a comer.

La base de la alimentación de estas famiias es la legumbre y el arroz, que se acompaña con lo que se puede: carne, verduras, pescado… El potaje es el plato más habitual: se come de cuchara. Por cierto, este año 2016, la OMS lo ha declarado como Año Internacional de las Legumbres. Por algo será que este alimento es tan importante.

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Costillas a la Coca-Cola, una receta de batalla.

“En el libro no se ha contemplado la corrección nutricional. Simplemente intercambiamos recetas de cocina de muy bajo coste. Yo te cuento lo que hago y tú me cuentas lo que haces para ver qué podemos sacar en común”.

La responsable del Servicio de Nutrición y Dietética del Hospital de la Ribera, la Dra. Pilar Luna, es la responsable de Fogones Valientes, el curso de alimentación saludable con pocos recursos, junto a un equipo de enfermeras (Marita Cortés, Mª Dolores López  y Trinidad Ferrando) y la propia Rosi Moreno, que se impartira de forma altruista y desinteresada a estas mujeres valientes.

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Si se consigue dinero con la recogida de chatarra o pidiendo en la puerta del Mercadona, ese día se come bien. Si no, hay que buscar otros recursos. Asociaciones caritativas y ayudas sociales son alternartivas que tienen estas familias para conseguir alimentos y llenar el plato.

Los niños que viven en El Clot de El Cabanyal desayunan, comen y meriendan en el comedor escolar de Colegio Santiago Apostol. La cena queda en el aire. Esas comidas quedan cubiertas en días de colegio. Los fines de semana y vacaciones escolares el comedor no presta servicio. Los adultos tienen que seguir otras vías.

Un problema complejo. Cubrir la urgencia y ayudar para conseguir que lo necesario sea cubierto de forma autónoma por los propios interesados. Romper la dinámica de exclusión social no es tan fácil como parece. No es suficiente con aportar recursos. Ni desde dentro, ni desde fuera. Hay que romper muchas dinámicas que no llevan a ningún sitio. Fuerza y suerte con Cocina Valiente, Rosi Moreno. Para hacer posible e impulsar este proyecto hace falta dinero. Para ello se ha estructurado como un proyecto de crowdfunding, de micromecenazgo. Es muy fácil participar, cada persona con lo que pùeda: infórmate cómo hacerlo en Cocina Valiente.

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