Tengo la suerte de haber nacido y vivir en Barcelona, una de las ciudades más bien paridas del mundo. Siendo una gran urbe, su tamaño es humano. Me encanta caminar, y recorro muy a menudo sus calles. Para ir al trabajo, salir con los amigos, ir al cine, visitar sus museos. Hasta cuando quiero practicar deporte recorro sus calles y avenidas trotando, aunque prefiero subir al Tibidabo o adentrarme por ese bosque urbano que es Collserola, que nos protege del frío en invierno, nos refresca en verano y nos depura (lo que puede) la atmósfera que ensuciamos con nuestra vida moderna.

Sobre el mosaico de Miró, en Les Rambles, un improvisado homenaje a las víctimas y en contra del terrorismo.
La tarde del 17 de agosto. Es una gran putada lo que nos hicieron cuatro desquiciados que perdieron todo respeto por la vida humana. Parece ser que matar les dio sentido a sus vidas. Los asesinos, unos chavales. Uno de ellos ni siquiera tenía edad para votar o conducir legalmente un coche. Las víctimas, gente inocente, algunos niños con una larga vida por delante (eso es lo que más jode), que no hacían otra cosa que pasear por mi ciudad, Barcelona, también la suya.
Me la trae floja el motivo que haya detrás. Nadie se merece morir por las obsesiones de otros. Y menos los niños. Es igual que los asesinos maten en nombre de Alá, Dios, Yahvé, el comunismo o el liberalismo económico, el emperador de Manchuria o Sauron. Provocar la muerte de los demás, queriendo imponer una ideología o religión, es una vileza. Y no creo que sea lo que más haya ayudado a la humanidad a progresar.
Ayer me fui a caminar por Les Rambles. Hacía años que no bajaba (vivo en Horta, un barrio al norte de la ciudad) pues no me gusta pasear entre multitudes. El paseo barcelonés por antonomasia es ahora un parque temático abierto a los turistas que nos visitan (¡bienvenidos!) que los barceloneses nos privamos de transitar. Huímos de nuestra ciudad a la mínima, en los éxodos masivos de fin de semana, puentes o vacaciones. Esforcémonos por recuperarlo, cabemos todos.
Necesitaba volver a Les Rambles. Bajé caminando desde casa, tal como siempre hago mis desplazamiento si el tiempo me lo permite. Avinguda Vallcarca, Gran de Gràcia, Passeig de Gràcia i Plaça Catalunya. Llegué a Canaletes, al principio de Les Rambles. Dejé un ramillete bajo la fuente, hecho con una rama de olivo y una de ginkgo (paz y resistencia, todo unido) y vacié mi mente de pensamientos contra la violencia de la misma manera que la llenaba de dudas sobre cómo poder evitarla. Seguí hasta hasta el Gran Teatre del Liceu, justo donde el gran mosaico de Miró yace absolutamente tapado de flores, velas, ositos de peluche, escritos, y objetos de todo tipo que tantas personas han ido dejando como homenaje a las víctimas de un acto sinrazón.
Después me acerqué a l’Ajuntament de Barcelona a escribir palabras emotivas, tal como estoy haciendo ahora de una forma más reflexiva. Después de casi una hora de espera pude acceder al libro de condolencias, y plasmar en él unas frases para expresar mis pensamientos, tristes pero esperanzadores. Muchos otros barceloneses y visitantes, ilustres o no, han tenido la oportunidad de hacerlo. Y bien que nos ha ido a todos. Escribir es la gran terapia de los espíritus doloridos.
Lamentablemente, la muerte sembrada en Barcelona es irreparable. Ahora solo queda el recuerdo y la tristeza. Y el odio a los causantes. El odio hay que sentirlo, no podemos ser tan buenistas y negar su existencia. Cuando te arrebatan la vida de un ser querido, próximo o afín, tienes el derecho de odiar, claro que sí. Con todas las fuerzas. Afortunadamente, el odio inicial se puede y se debe transformar, con el tiempo y la racionalización de lo ocurrido, en perdón. Porque no se puede vivir odiando siempre. Eso es lo que busca el terrorismo, arrebatarnos nuestra vida, matándonos o sembrando el terror y el odio. No les sigamos el juego y dediquemos nuestro esfuerzo a crear y no a destruir.
La nueva era digital nos permite comunicar con personas que no conocemos personalmente y con las cuales no coincidiríamos nunca. Eso es maravilloso. Podemos compartir estilo de vida y aficiones, fotos, música o recetas de cocina. Incluso podemos llegar a propiciar algún encuentro y desvirtualizarnos. Facebook, Twitter, Instagram… incluso Tinder para ligar. Somos felices intercambiando información y relacionándonos, que para eso somos Homo sapiens v2.1, unos maravillosos seres sociales.
Terrorista,
si por alguna de aquellas llegaras a leer este post y estás pensando en matar, por el motivo que sea, me gustaría que dieras un paseo, por Les Rambles o por donde sea. Caminando, cuando las piernas marcan el ritmo, la sinrazón y el odio se pueden transformar en un pensamiento pacífico. «Caminar en sí mismo es el acto voluntario más parecido a los ritmos involuntarios del cuerpo, a la respiración y al latido del corazón». Debes escuchar tu propia respiración y el sonido de tus pisadas, y las de tus acompañantes: poco a poco dejarás de odiar y perderás la necesidad de matar y aterrorizar. Y si no tienes con quien pasear, yo te acompaño y hablamos, como un par de peripatéticos. Razonando.
Àlex
Esta tarde me vuelvo a Les Rambles, a ver si me bajan más los niveles de odio y frustración. Eso sí, hoy pienso acabar mi periplo barcelonés con un baño purificador en la playa de la Barceloneta. Por Barcelona y sus gentes, turistas, ciudadanos y admiradores del mundo mundial.
Barcelona, una de las ciudades mejor paridas del mundo.

La Barceloneta, el final del paseo.