La doctora Mª Antonia Lizarraga es médico del deporte y profesora de nutrición deportiva en la Universitat de Barcelona, en el Grado de Dietética y Nutrición Humana. Fue profesora mía y ahora colega profesional. Trabaja en el ámbito de la medicina funcional y tiene un gran bagaje tratando a deportistas de alta competición. Colabora con el servicio médico del F.C. Barcelona.
Este artículo está elaborado en base a una interesantísima charla que mantuve con la doctora Lizarraga. Fue una clase magistral sobre sistema digestivo, salud y deporte. Espero transmitir el gran conocimiento aportado. Gracias, Toña.
El intestino es uno de los órganos que forman parte del sistema digestivo. Se trata de un largo tubo replegado sobre si mismo, donde se produce la absorción de los diferentes nutrientes -proteínas reducidas a aminoácidos o péptidos, carbohidratos en forma de azúcares, grasas en forma de ácidos grasos, vitaminas, minerales….- y del agua. En su interior se pone en contacto el alimento digerido, presentado como una papilla de nutrientes, con la mucosa intestinal, produciéndose la incorporación a nuestro organismo de las sustancias que necesitamos para tener energía y material de regeneración o crecimiento.
El intestino es un cuasi perfecto colador, altamente selectivo. Es un filtro que tamiza las sustancias que nos interesan, desde su luz (el interior, por donde transita el alimento) a nuestro íntimo y estéril organismo, pasando a la sangre y a la linfa.
En la supercie interna del intestino, entre vellosidades, habitan millones de células con otro ADN que no es el nuestro: son microorganismos tales como bacterias y levaduras, que viven en simbiosis con nosotros. Les proporcionamos alimento y protección a cambio de la producción de ciertas sustancias (vitaminas, ácidos grasos, azucares) y de protección. Son legión en nuestro intestino, sobre todo en el colon, el intestino grueso, el último segmento de nuestro tubo digestivo. En el intestino delgado, su presencia debe ser poco significativa. Todo va bien si hay armonía en el intestino, entre huéspedes y hospedante.
Pero a veces ese equilibrio se rompe. Sucede que la “ecología y geología” de nuestro intestino puede verse afectada por múltiples factores. Por motivos varios, puede volverse menos selectivo y dejar pasar sustancias, incluso microorganismos, que en otras condiciones no permitiría. Este exceso de permeabilidad puede deberse a situaciones de estrés, por el uso de fármacos como corticoides, antiinflamatorios, etc…, o incluso por un exceso de ejercicio físico.
Esa disfunción está muy relacionada con la isquemia intestinal (falta de riego sanguíneo): un alteración fisiológica absolutamente normal que se produce durante la práctica deportiva. La sangre se concentra allá donde más se necesita, y durante la practica de ejercicio, la mayor solicitud se produce en la musculatura.
En muchos de estos casos se produce una traslocación bacteriana. La bacterias pasan desde el colon a otras zonas donde no deberían estar, produciéndose inflamación y una inmunidad alterada, pudiendo ser más susceptibles de ser infectados con parásitos intestinales, o candidiasis oportunistas.

Las bacterias habitan la piel, el aparato urogenital, la boca, el intestino…
La medicina funcional que practica la Dra. Lizarraga se centra más en el paciente que en la enfermedad. Intenta solucionar los problemas de salud desde su origen, buscando qué ocasiona el problema, con una visión transversal y no solo centrada en sus síntomas. Lo importante, explica, es relacionar el hecho de que los problemas gastrointestinales están muy ligados con el cansancio, el estrés, con los desequilibrios hormonales, etc…
El uso generalizado de los antiácidos hace que el ácido gástrico, una barrera muy eficaz frente a los microorganismos patógenos que acompañan a los alimentos, deje de ser una protección eficaz. Las bacterias, virus, hongos, siempre están ahí, en mayor o menor medida, puesto que los alimentos no son absolutamente estériles. Tampoco lo es nuestra boca, que utilizamos para masticarlos y es la puerta de entrada a nuestro tubo digestivo. Esas bacterias se afincan en el estómago, incluso pueden llegar a acomodarse y proliferar en el intestino delgado, ocasionando problemas.
La enfermedad imflamatoria intestinal (que incluye la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn) muestran cierta relación en su origen a etapas de estrés muy fuerte o a cierto grado de debilidad inmunitaria. Se ha demostrado que los tratamientos de antibiótico en las amigdalitis bacterianas pueden predisponer a la enfermedad autoinmune, como por ejemplo, la psoriasis. El caso no es dejar de dar el fármaco con efecto antibiótico, sino, tras el tratamiento, ayudar a restablecer la normalidad intestinal mediante una alimentación cuidada, con presencia de probioticos (alimentos con presencia de bacterias beneficiosas -yogur, kéfir-) y prebióticos (alimentos con presencia de sustancias no digeribles por nosotros pero útiles para el desarrollo de microorganismos saludables -inulina de la cebolla y el ajo-) que favorezcan la recuperación de una flora saludable y protectora.
Es habitual que después de un tratamiento para erradicar un Helicobacter del estómago suelan aparecer candidiasis, mononucleosis y toda una retahíla de infecciones que acaban alterando el intestino y su correcto funcionamiento, provocando una sintomatología de molestias intestinales (inflamación, mala digestión, diarreas, etc…) No solo en el intestino grueso, sino también en el delgado, al desarrollarse un síndrome de sobrecrecimiento bacteriano (SIBO), que cursa con dolor abdominal, diarrea y/o vómitos, perdida de peso y malabsorción, y en algunos casos severos, incluso desnutrición.
Fármacos como los antidepresivos o los hormonales, pueden enlentencer el tránsito digestivo, incluso hacer que la válvula ileocecal (la que separa el intestino delgado del grueso) no tenga un buen funcinamiento, permitiendo que el contenido del colon (con su gran población bacteriana) pueda retornar al intestino delgado, donde la población bacteriana debe ser mucho más controlada.
En la tratamiento de colon irritable se están siguiendo protocolos en los que, en meses sucesivos, se van tomando familias de probióticos diferentes. Al tercer mes se vuelve a comenzar. El resultado que está dando es esta linea de tratamientos es muy bueno. A nivel de prescripción, hay que tener en cuenta que cada familia de bacterias tiene una indicación diferente.
Loa alimentos con bacterias vivas, yogur, col u otros vegetales fermentados, el té konbucha…, son buenos para el mantenimiento de la flora bacteriana, pero son insuficientes para un tratamiento de recomposición.
Suele suceder que una persona con un intestino muy tocado sea poco tolerante a tomar un prebiótico (alimento que favorece el crecimiento de bacterias beneficiosas, pero que no las contiene). Un ejemplo de esto es que, a veces, a personas con un estreñimiento muy cronificado, se les aconseja que consuman más fibra, y aún se estriñen más. En estos casos, puede ser necesario primero se da algún tipo de antibiótico muy concreto y selectivo, después un probiótico, y por último los prebióticos.
En casos muy extremos se ha utilizado la hidroterapia de colon, donde mediante enemas se hace una limpieza muy drástica del colon, y después se dan los probióticos adecuados para que se regenere la flora saludable. Pero eso debe hacerlo un profesional sanitario. Se llegó a poner de moda hace un tiempo. Pero como suele suceder con estas cosas, de una manera un tanto frívola y desvirtuada.
Por número de células, somos un 10% humanos y un 90% bacterias. No debemos descuidarnos de ellas, puesto que, en cierta manera, forman parte de nosotros.

Que la revista Nature hablara con tanta profundidad del microbioma, es significativo.
«Me encanta ver como la ciencia de la nutrición va cambiando sus preceptos. Si los profesionales de la nutrición tenemos que decir que nos hemos equivocado, deberíamos hacerlo y modificar el consejo nutricional que vamos dando a nuestros pacientes».
La disbiosis intestinal es una alteración importante de la flora bacteriana del colon, y hay estudios que la relacionan con enfermedades inflamatorias del intestino (Chron y EII), obesidad, diabetes, incluso cáncer. Aunque no está del todo claro si una cosa es consecuencia de la otra. Lo que si está claro es que la alimentación puede modular el tipo flora que tenemos en nuestro intestino.
Últimamente se está hablando de los trasplantes fecales. Consiste en la aportación de microbioma a partir de la extracción de materia fecal de un donante seleccionado, que se implanta en el colon del receptor a través de la via rectal. Puede que parezca un poco extraño, pero puede que en un futuro no demasiado lejano sea una práctica terapéutica habitual para solucionar problemas relacionados con la flora intestinal.
La psico-neuro-inmuno-endocrinología (PNIE) nos habla de la relación entre emociones y salud física. Sostiene esta disciplina que los estímulos externos nos generan emociones y pensamientos, que a traves de la hipófisis, se conectan con el sistema endocrino, con el intestino, con la inflamación, con la inmunidad…, con los órganos, sistemas y funciones de nuestro cuerpo. Hay que estudiar mucho más sobre el grado de trascendencia que tienen las emociones en la salud física.
En un momento dado, aunque el organismo ya esté dando señales de problemas orgánicos y haya ciertos marcadores bioquímicos que indiquen que las cosas van mal, si el cerebro dice que no toca enfermar, ese cuerpo se mantiene en funcionamiento. A veces es increible como somos capaces de tirar adelane en situaciones extremas. Cuando cesa el motivo que nos mantiene en dicha situación, aflora la enfermedad con toda la sintomatologia. Eso pasa en el deporte y en la vida en general. En este sentido, hay una prueba diagnóstica que permite leer en el transcurso de un día, a través de la saliva, el nivel de estrés a que estamos sometidos. Es el índice de estrés adrenal en saliva, muy útil para valorar
Para que prolifere una flora bacteriana intestinal u otra pueden haber también condicionantes genéticos. No solo alimentarios o ambientales. La población asiática, a un mismo tipo de dieta, puede tener una flora diferente a la nuestra. Y la edad también es un condicionante, a medida que envejecemos se modifica la flora: no es la misma la flora de un niño pequeño que la de un adulto o un anciano.

Imagen de microscopio eletrónico donde se muestran bacterias intestinales. Internet
Deporte
«Pongamos el caso de un deportista que viene a la consulta con el vientre hinchado, más fatigado de lo normal y su analítica muestra un déficit de hierro. Depende que especialista médico le vea, relacionará su problema con un anemia y le recetará suplementación de hierro o corticoides para desinflamar su intestino. o las dos cosas. Los corticoides le pueden desinflamar, pero le causaran más fatiga… Creo que es necesario ver al paciente más en su conjunto y analizar mas profundamente su contexto».
A veces, el origen del problema orgánico puede estar relacionado con un problema emocional que se arrastre desde hace muchos años. Hay una relación directa entre el sistema inmunitario y el estrés. En situaciones vitales complicadas (la enfermedad o muerte de un ser querido, una separación, una fase prolongada y mal levada de estrés laboral, etc…) el organismo mantiene su función correctamente, pero cuando pasa el episodio negativo, el organismo se resiente por el estrés al que ha sido sometido. Necesita recuperarse.
La práctica deportiva no deja de ser una situación estresante para nuestro cuerpo, que aporta muchos beneficios, pero que también puede conducirnos a situaciones de enefermedad en algunas ocasiones. Y no solo de lesiones del aparato locomotor. El sobreesfuerzo (y el sobreentrenamiento), cuando no se compensa adecuadamente, también produce enfermedad.
En el corredor de fondo y ultrafondo se produce una hipoclorhidria, una disminución importante en la segregación del ácido estomacal. También pasa lo mismo en los ancianos. Eso lleva a que la barrera de protección del ácido gástrico no actúe de forma eficaz.
En condiciones de mucho esfuerzo se puede llegar a reducir la funcionalidad digestiva hasta tan solo un 10% de la que tenemos en condiciones de no esfuerzo. Incluso disminuye la producción de bilis, con todo lo que eso supone para la digestión de las grasas.
Aquí hay que añadir el efecto mecánico del correr, que también daña una ya frágil y poco irrigada mucosa intestinal, provocando micro-fisuras por donde las bacterias pueden introducirse y generar una respuesta inflamatoria. Y eso no solo sucede en el transcurso de la carrera, también se dan esas condiciones de debilidad intestinal tras ella. Por este motivo (y por otros) cuando practicamos deporte hay que cuidar la dieta antes, durante y después del esfuerzo.
Al deportista de ultrafondo le interesa tomar probióticos y glutamina. Los probióticos, cuanto más cantidad y diversidad bacteriana tengan, mejor. Hay una asociación directa entre la diversidad bacteriana y la salud intestinal, y obviamente, la salud en general.
Hay deportistas que por una carga muy importante de trabajo, entran en un cuadro de “sobreentreno”. Sube el cortisol y baja la inmunidad. Pueden llegar a perder peso. Y aunque de cabeza y motivación estén pletóricos, físicamente no hay manera que remonten. Como el intestino no está en condiciones se da una mala absorción de nutrientes. Aunque se dé suplementación de vitaminas y minerales, al haber una mala absorción, no se recuperan. El perfil analítico en vitamina D baja, Fe y Zn también bajos, incluso de malabsorción de grasas. No es un problema extraño en deportistas de alto rendimiento, que también viajan y que ven alterado sus ritmos circadiananos. Llegan a presentar un estado de fatiga cronificado.
Un corredor que tenga un intestino tocado a veces rechaza los geles y otros suplementos dietéticos: es probable que le sienten mal. La fructosa, el sorbitol, los oligosacáridos, son mal tolerados. Entonces suelen optar por seguir una dieta FODMAP, libre de este tipo de carbohidratos. A veces también presentan una mala tolerancia a la lactosa y el gluten. Algunos de estos deportistas optan por elaborarse ellos mismos sus avituallamientos y descartar el uso de los preparados comerciales.
Últimamente se ha visto que, tanto el aceite de coco como la mantequilla de cacahuete, ejercen un efecto protector a nivel intestinal, debido al perfil lipídico que tienen (MCT, acido butírico), que favorece la proliferación de ciertas bacterias beneficiosas en el colon y protegen la mucosa. Antes se consideraban a estas grasas aterogénicas y no se recomendaba su uso. Ahora se está viendo que quizás no sean tan malas.
Consejos prácticos para los deportistas
Lo primero, hay que escucharse. Ser conscientes de lo que nos pasa. Cuando hayan problemas gastrointestinales reiterativos (dolor abdominal, diarrea, vómitos) la Dra Lizarraga aconseja que se ponga remedio y que acudamos a un buen profesional para que nos aconseje.
La primera comida después de un esfuerzo intenso debe ser suave y de fácil digestión. No picantes, pocas grasas, cuidado con alcohol, volumen pequeño… Evitar los alimentos que hayamos identificado que no nos sientan bien hasta que recuperemos bien nuestra función digestiva. Recordemos aquello de la isquemia en en nuestro aparato digestivo durante el ejercicio, que la circulación esplácnica queda muy reducida. Y de la posible inflamación. Se recupera la funcionalidad normal pasadas unas cuantas horas tras haber acabado, incluso días, según el nivel de esfuerzo y punto de partida previo.
Es absolutamnete cierto que cuando el intestino no está al 100%, el gluten, la lactosa, etc…, pueden ser entidades nutritivas que, en general, presentan una tolerancia digestiva más baja que otras. Sin que la persona sea ni celiaco ni intolerante a la lactosa. Pero lo que está claro es que no existe una norma fija, y que cada persona tiene una tolerancia diferente.
Gracias por tus consejos, Dra. Lizarraga. Deportistas y no deportistas tomamos nota.

Enre las bacterias, la competición por colonizar nuestro interino es de alto nivel. Infosalus
Pingback: Runner, ¿cómo vas de actinobacterias? | elPiscolabis