Raül Bobet y Castell d’Encús: onda y partícula

En la historia de la humanidad no es inusual que religión y guerra vayan de la mano. La fe mueve montañas, conquista y defiende territorios. Los monjes hospitalarios provenientes de Roma que habitaron Castell d’Encús, aparte de estar instruidos en las “artes” de la guerra, también eran expertos en el cultivo de la viña y en la elaboración de vino.

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Uno de los lagares de Castell d’Encús.

En las primeras estribaciones pirenaicas, en la comarca lleidatana del Pallars Jussà, se sitúa Castell d’Encús, un antiguo enclave habitado por monjes hospitalarios. Dichos monjes establecieron una comunidad estable, ocupando la zona entre los siglos XII y XVII.

En Castell d’Encús, los monjes hospitalarios desarrollaron un singular sistema de elaboración de vino, donde se utilizaban lagares  picados en la piedra viva, en los que se fermentaba el mosto. Hasta ocho de ellos se conservan y se utilizan en la actualidad. En aquella época el uso de las barricas de madera todavía no estaba implantado. El proceso de elaboración se detenía poco después de la fermentación, probablemente almacenando el vino en los mismos u otros depósitos de piedra, en odres de piel, en tinajas u otros receptáculos.

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Otro de los lagares. Como este receptáculo, hay ocho en Castell d’Encús.

El marcado clima continental de montaña y una altitud entre los 850 y 1000 metros, con gran variación térmica entre la noche al día, con nieve y hielo en invierno y bastante calor en verano, hace que la viña cultivada en Castell d’Encús dé unos frutos muy especiales, imprescindibles para conseguir elaborar un vino único.

Aparte de algunos restos arquitectónicos de edificaciones construidas en diferentes etapas, en Castell d’Encús existe una singular ermita, restaurada en la actualidad. Se encontró sin techumbre y ocupada por dos árboles. La naturaleza recupera lo que se le toma prestado. Dicho espacio es empleado para la realización de algunas catas y actos muy especiales.


Vino y deporte, ¿dónde convergen?

El vino y el deporte, ¿qué tienen que ver? Las personas que practicamos deportes de montaña solemos tener una sensibilidad especial, en parte innata, y en parte otorgada por la propia experiencia acumulada al practicar la actividad deportiva. La montaña es un entorno cambiante. Bella y agreste, a la vez que amable. En ocasiones, violentamente enfurecida y despiadada.

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Las personas que hacemos montaña somos duales. Somos onda y partícula. Por un lado tenemos la capacidad de resistir una extenuante sesión de escalada, o una travesía de alta montaña durante una jornada completa. Y por otro lado nos podemos emocionar, incluso llorar, con la belleza de los colores del atardecer visto desde una cima cualquiera.

Si hay un vino capaz de comportarse como una onda y una partícula, debería estar elaborado en Castell d’Encús. EKAM es la unidad energética de los dioses. EKAM es un vino con una fuerza inconmensurable. Puede que sea el hijo pródigo de Castell d’Encús. Es un vino que concentra en su seno la esencia de la montaña.

No soy una persona versada en vinos, pero sí que me considero capaz de captar la esencia de las cosas especiales, hechas a partir de materias únicas y con métodos singulares.


Raül Bobet i Castell d’Encús

La ideación, concepción y desarrollo del proyecto de Castell d’Encús es de Raül Bobet, un auténtico alquimista del vino. Raül es doctor en enología e ingeniero químico. Cuenta con una dilatadísima y reconocida experiencia profesional, que le condujo en una etapa anterior a ser director general de las Bodegas Torres.

Un montañero se siente muy feliz al conseguir ollar la cumbre. Pero el verdadero disfrute y allí donde debe poner el máximo empeño es en la ascensión y el descenso, y en la preparación para conseguir su objetivo.

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Raül y Àlex, hablando sobre vino.

Después de visitar Castell d’Encús, hable con Toni Massanés, gastrónomo y director de la Fundació Alícia. Me describió a Raül Bobet como “uno de los actuales constructores del discurso enológico de este país”. “Raül és una de les persones que més i millor talla el bacallà en temes de vi” (es una de las personas que domina más y mejor el tema de vino). No hay nada más que decir sobre su figura.

Raül Bobet, medita y practica yoga hatha, y sigue una dieta que obedece en muchos momentos a las demandas de su propio cuerpo. “No como demasiado pescado y muy poca carne”. Es de las personas que antes de hablar te escucha con mucha atención, que mira fíjamente a tus ojos al dialogar con él y que te aprieta la mano con fuerza cuando te saluda, tanto al recibirte como para despedirte.

Mientras hablamos con Raül en el laboratorio de la bodega, un perro “petaner” mezcla de mil razas, pide entrar. Raül le abre la puerta y le permite el acceso. El perro se refugia detrás de él, estirado en el suelo. Será el testigo de nuestra conversación.

La bodega intenta en todo momento aprovechar al máximo los recursos energéticos: la fuerza de la gravedad y la energía geotérmica. Eso le otorga un plus de integración en la naturaleza. El hombre aprovecha y modifica, obviamente, pero debe respetar al máximo el devenir de la naturaleza.

En su proyecto, Raül rehuye usar el término agricultura. Apuesta por la idea de jardinería de la vid. Trata de controlar tanto el cultivo de la viña, que Castell d’Encús se ajusta más al concepto de jardín que al de agricultura. Quizás eso se deba también a la integración del concepto de estética, no definida como algo superfluo y carente de contenido, sino todo lo contrario, profundidad y complejidad, una búsqueda del sentido de las cosas. Encús emana filosofía por cada rincón.

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¿Jardín o viña? Un poco de cada.

Hablando de su proyecto, Raül sentencia un no vull creixer més” (no quiero crecer más) refiriéndose a que el proyecto de Castell d’Encús está perfectamente definido en cuanto a sus dimensiones. Ejercer un control exhaustivo sobre cada uno de los pasos que definen a un producto tan singular como el vino requiere de un esfuerzo y una dedicación que de otra manera sería imposible. Y la filosofía de Raül está por encima de todas las cosas.

Raül no cree en gurús. Cree en el trabajo, en la intuición y en la coherencia del discurso. Da a entender que muchos de estos gurús se consideran a sí mismos mesías de tendencias bio-eco-proteccionistas y capaces por sí mismos de salvar el mundo. Pero resulta que defienden posturas carentes de coherencia, y que cambian de discurso cuando les conviene. Raül no ha citado nombres, pero al hablar del tema denota cierto enojo.

Tuvimos la suerte de catar un “vino en rama”. Sería algo así como un vino a punto de acabar, como un ensayo general antes del estreno. Es un vino adolescente, en su estado más delicado, antes de estabilizar, clarificar y filtrar, previamente al embotellado. Un tinto y un blanco, los dos con una exuberancia incontestable.

Hay experimentación, con mucho rigor y método científico. Así es Castell d’Encús. Producción de vinos frescos y profundos. Esto nunca puede ser producto del azar. Arte y artesanía del vino.

La industria también puede elaborar vinos de alta calidad, obviamente. Pero implica, entre otras cosas, máxima producción y cierto desapego al producto. Conceptualmente son cosas diferentes.

Raül apuesta firmemente por la innovación, por prescindir un poco de lo que las corrientes imperantes marcan. Decía: “si no, nunca haría el vino de mis sueños”. Está trabajando mucho en vinos blancos y en variedades de uvas no demasiado utilizadas en nuestro país: riesling, sancerre, etc.

Raül Bobet nos explica que el proyecto de elaborar uno de sus vinos tarda un mínimo de 10 años en ejecutarse, desde su concepción hasta su materialización. Si alguien tiene la suerte de probar algún vino de Catell d’Encús, debe añadir a esos 10 años teóricos la experiencia y sabiduría de toda una vida dedicada a la enología. Eso son muchos años, mucha pasión y mucho conocimiento. Impagable. Si tuviéramos que definir a Raül y a su proyecto de Castell d’Encús en tres palabras diríamos intuición, método y coherencia.

Degustar los vinos de Castell d’Encús en el propio Castell d’Encús y junto a Raül Bobet es una de las experiencias más enriquecedoras que hemos tenido. Un auténtico privilegio. Como las mejores escaladas. Gracias por tu generosidad y gran hospitalidad, Raül. Y gracias también a Pascale, diseñadora y cicerone de Castell d’Encús, y a su corte de animales apadrinados.

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Nerea, Pascale y Àlex.

Si alguien desea visitar Castell d’Encús, lo puede hacer solicitándolo a través de aquí.

Quiero agradecer especialmente a Nerea Prieto su desinteresada colaboración en la elaboración de este artículo.

Salut i muntanya!

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